7.29.2004

relato hecho por mi

Cuando su reloj funcionaba, solía prepararse para desprenderse de sus miedos y fundirse en un abrazo con la noche. Era en ese momento cuando todo tenía sentido en su vida, cuando por fin podía distinguir entre lo que quería ser y lo que realmente era...

Se sentaba en el borde de la cama, ojeando el espejo, que justo cuadraba en frente, y se veía a sí mismo, un objeto dentro de otro objeto...

Muchas veces repitió esta posición, cuando soñaba con su futuro, cuando quería acariciar una estrella polar, cuando una estrella fugaz se deslizaba por su mejilla...

En esos momentos se daba cuenta de que no tenía a nadie con quien compartir su cielo y su tierra... nunca quiso a alguien lo suficiente como para mostrarle su mundo, nadie fue capaz de derribar los pesados portones que no dejaban salir sus pensamientos... Solo un chico, el único que le hacía sentirse único. Un chico con el que solo compartía breves momentos de encuentro nocturno y apenas unas palabras con el sentido justo...

En esos momentos en que todo le parecía fantasía, se arreglaba, se vestía, se disfrazaba... y salía a la calle a por una víctima, a por alguien que pudiera hacerle sentir vivo aunque solo fuese una milésima de segundo en ese enorme océano que era la noche...

Se pasaba las noches de local en local, sin encontrar su mundo, sin encontrar a una víctima a la que arrancar el corazón, sin encontrar un cazador que le arranque el suyo propio...

Fue entonces, en un breve instante, cuando lo vio apoyado en la barra, con sus ojos negros fijos en el oscuro infinito del local, hablando con otro cazador. Fue entonces cuando el mar dejó de besar la playa con sus olas. Sintió que ya no le quedaba nada, que le habían arrebatado un sueño...

Hacía mucho tiempo que se conocían, y aunque nunca tuvieron una auténtica relación de amistad, él sentía un nudo en su garganta cada vez que lo miraba, cada vez que se cruzaban por la calle...

Se alejó del local corriendo, para dejar atrás el fantasma de lo que acababa de ver, sin saber que ese fantasma ya estaba dentro del, de su cabeza... Lo único que le apetecía hacer en ese momento era sentir la arena bajo sus pies, entre sus dedos...

Se dirigió a la playa, allí se daban cita los enamorados para sentir el oleaje juntos, como si el oleaje, en su eterno ir y venir, los fuera a mantener unidos para siempre...

Se sentó en la arena con las piernas flexionadas, viendo la ciudad y el horizonte... Las lágrimas salían de sus ojos, impidiéndole ver el enorme cielo estrellado que se sostenía sobre su cabeza... Entonces sintió pasos, y cuando pararon, otra vez el silencio de la noche... fue ahí cuando escuchó un susurro en su oreja, nunca lo olvidaría, “¿Quieres bailar?”...

Cuando se dio la vuelta lo vio allí con sus ojos negros, tan negros como la noche que acariciaba, de pie, esperando una respuesta, con una luminosa sonrisa... él se secó las lágrimas, se levantó, y en ese momento se pararon en un abrazo... por fin encontró un cazador que le haga víctima... y el cazador le decía susurrándole al oído; “Quiero sentirte, quiero escucharte, quiero que cada bocanada de aire que entre en mi cuerpo sea una bocanada de aire que sale del tuyo, quiero tenerte corriendo por mis venas, llenándome en todos los rincones, quiero sentirte como si fueses mi piel... Esta noche quiero que me hagas morir de amor...”

Y así permanecieron horas y horas, abrazados junto al mar, sintiendo el oleaje juntos...

Fin.

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