Estos días está siendo la feria del libro antiguo y de ocasión, aquí, en Ciudad Santuario... Pues bien, el otro día fui, y me sorprendí comprando un pequeño librito que tenía intención de leer desde que aprendí a leer... Este librito no es otro que “El Principito”.
Pues bien, me lo leí en un par de horas, y por un par de horas fui un pequeño niño descubriendo un tesoro, una joya literaria... y a medida que iba devorando las páginas, mis mejillas se fueron humedeciendo... Sí, es el único libro que me hizo llorar, llorar de felicidad...
Aquí os reproduzco un pequeño fragmento de un capítulo:
“ (...)
- Ven a jugar conmigo – le propuso el Principito. – Estoy tan triste...
- No puedo jugar contigo – dijo el zorro. – No estoy domesticado.
(...)
- ¿Qué significa domesticar?
(...)
- Es algo demasiado olvidado – dijo el zorro. – Significa crear lazos.
- ¿Crear lazos?
- Claro – dijo el zorro. – Para mí, tú no eres más que un niño parecido a cien mil niños. Y no te necesito. Y tú no me necesitas. Para ti no soy más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
(...)
Pero el zorro volvió a su idea:
- Mi vida es monótona. Yo cazo gallinas, los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Por eso me aburro un poco. Pero, si me domesticas, será como si mi vida se bañara de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen meterme bajo tierra. El tuyo me llamará fuera del cubil, como una música. Además, fíjate: ¿Ves allá los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Y eso es muy triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. ¡Entonces, cuando me hayas domesticado, será maravilloso! El trigo, que es dorado, me traerá tu recuerdo. Y me gustará el rumor del viento en el trigo...
(...)
- ¿Qué debe hacerse? – preguntó el Principito.
- Hay que tener mucha paciencia – contestó el zorro. – Empezarás por sentarte un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente volvió el Principito.
- Hubiera sido mejor volver a la misma hora – dijo el zorro. – Si vienes, por ejemplo a las cuatro de la tarde, a partir de las tres empezaré a ser feliz. A medida que se acerque la hora me sentiré más feliz. Y a las cuatro, me agitaré e inquietaré; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes en cualquier momento, no sabré nunca a qué hora vestirme el corazón...
(...)
Así pues, el Principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de marcharse:
- ¡Ah! – dijo el zorro. – Lloraré.
- Tú tienes la culpa – dijo el Principito. – Yo no quería hacerte daño, pero quisiste que te domesticara...
- Claro – dijo el zorro.
- ¡Entonces, no sales ganando nada con esto!
- Sí salgo ganando – dijo el zorro, – por el color del trigo.
(...)
- Adiós – dijo el zorro. – Este es mi secreto. Es muy sencillo: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
(...)
- El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
(...)
- Los hombres han olvidado esta verdad – dijo el zorro. – Pero tú no debes olvidarla. Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
(...) ”
Es tan sencillo y tan real que da miedo... Esto es lo que me pasa a mí con esa pesonilla, creo que sin quererlo me ha domesticado, y ahora, cuando se vaya, lloraré... Pero cada vez que alguien use su colonia, yo le recordaré, recordaré todo lo bueno y todo lo malo, y el 29 de mayo siempre será distinto para mi...
Pues bien, me lo leí en un par de horas, y por un par de horas fui un pequeño niño descubriendo un tesoro, una joya literaria... y a medida que iba devorando las páginas, mis mejillas se fueron humedeciendo... Sí, es el único libro que me hizo llorar, llorar de felicidad...
Aquí os reproduzco un pequeño fragmento de un capítulo:
“ (...)
- Ven a jugar conmigo – le propuso el Principito. – Estoy tan triste...
- No puedo jugar contigo – dijo el zorro. – No estoy domesticado.
(...)
- ¿Qué significa domesticar?
(...)
- Es algo demasiado olvidado – dijo el zorro. – Significa crear lazos.
- ¿Crear lazos?
- Claro – dijo el zorro. – Para mí, tú no eres más que un niño parecido a cien mil niños. Y no te necesito. Y tú no me necesitas. Para ti no soy más que un zorro parecido a cien mil zorros. Pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
(...)
Pero el zorro volvió a su idea:
- Mi vida es monótona. Yo cazo gallinas, los hombres me cazan a mí. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Por eso me aburro un poco. Pero, si me domesticas, será como si mi vida se bañara de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen meterme bajo tierra. El tuyo me llamará fuera del cubil, como una música. Además, fíjate: ¿Ves allá los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Y eso es muy triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. ¡Entonces, cuando me hayas domesticado, será maravilloso! El trigo, que es dorado, me traerá tu recuerdo. Y me gustará el rumor del viento en el trigo...
(...)
- ¿Qué debe hacerse? – preguntó el Principito.
- Hay que tener mucha paciencia – contestó el zorro. – Empezarás por sentarte un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca...
Al día siguiente volvió el Principito.
- Hubiera sido mejor volver a la misma hora – dijo el zorro. – Si vienes, por ejemplo a las cuatro de la tarde, a partir de las tres empezaré a ser feliz. A medida que se acerque la hora me sentiré más feliz. Y a las cuatro, me agitaré e inquietaré; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes en cualquier momento, no sabré nunca a qué hora vestirme el corazón...
(...)
Así pues, el Principito domesticó al zorro. Y cuando se acercó la hora de marcharse:
- ¡Ah! – dijo el zorro. – Lloraré.
- Tú tienes la culpa – dijo el Principito. – Yo no quería hacerte daño, pero quisiste que te domesticara...
- Claro – dijo el zorro.
- ¡Entonces, no sales ganando nada con esto!
- Sí salgo ganando – dijo el zorro, – por el color del trigo.
(...)
- Adiós – dijo el zorro. – Este es mi secreto. Es muy sencillo: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
(...)
- El tiempo que perdiste con tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
(...)
- Los hombres han olvidado esta verdad – dijo el zorro. – Pero tú no debes olvidarla. Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
(...) ”
Es tan sencillo y tan real que da miedo... Esto es lo que me pasa a mí con esa pesonilla, creo que sin quererlo me ha domesticado, y ahora, cuando se vaya, lloraré... Pero cada vez que alguien use su colonia, yo le recordaré, recordaré todo lo bueno y todo lo malo, y el 29 de mayo siempre será distinto para mi...
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